jueves, 19 de julio de 2012

eras

Sólo tenía que coger el móvil, marcar tu número y llamarte. Con la mejor de mis sonrisas o con las peores de mis lágrimas, y tú estabas ahí, para salvarme de lo que pudiera ser. Fue muy rápido todo, quise quererte poco después de conocerte y creí que podía ser una gran amistad. Me enredaba en tus palabras, en tus tonterías y en tu mirada de niño bueno. Pero llegó el día del desengaño. Creo que es peor incluso que algún desengaño amoroso, no sé, de repente no puedo volver a contarte mi día a día, mis historias, las tuyas, ni hablar con tonterías y complicidad. Simplemente se acaba, tal como vino se fue. Y no me dolió, porque para entonces pensé que no merecías mi tiempo si tan poco costó de destruir lo que había. Pero, aunque el tiempo lo cure todo, a veces se levantan tempestades que rompen cicatrices, y vuelven a dejar la carne al descubierto, y ahí estoy yo: con la piel en carne viva. ¿Con posibilidad de regenerar? No lo sé, o eso o cicatrizar, pero espero que pase pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario