lunes, 25 de junio de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
no eras lo que pensaba
Nuestros primeros amores.
Esos que nos van a enseñar que es una mierda eso del amor, que no todo está
recogido en las preciosas expectativas que tenemos de él.
Por lo general en nuestras
primeras relaciones vamos a poner de nuestra parte como nunca, con las ganas de
una típica primera vez, con la ilusión y esperanza de la misma, pero con la
experiencia de nada. Inexpertos. Y te cagas en todo cuando lo ves todo desde un
plano ajeno y elevado, pero este es otro tema.
Cuando tratamos de dar todo
lo que tenemos de nosotros a esa persona en cuestión, nos pierden los modales.
Siempre. Sea para bien o sea para mal, pero siempre acabamos haciendo algo mal,
no terminamos de tener controlada la situación. O ¿acaso no es esa persona
quien escapa los límites de nuestro control? Sí, lo es, aunque nos cueste
admitirlo.
Muchas de estas veces caemos en el autoengaño de infravalorar todo aquello que ya teníamos de antes, de darle menos atención. Es entonces cuando empiezas a derribar el edificio que eres. Porque cada uno de nosotros somos un edificio, con nuestros pilares. Cada uno tiene los suyos, y también cada uno tiene esa persona que siempre vendrá y te nublará todos los pilares. Hay quien los adorna y les pone espumillones, fotos, y colorines alegres, y hay quien viene y empieza a picarlos con un martillo poco a poco. Y luego están los que hacen las dos cosas, esos son los peores.
Entonces aquí nos tenemos
que parar a pensar a qué tipo de persona tenemos a nuestro lado. ¿Hasta dónde
estamos dispuestos a llegar a ser influenciados por esa persona a la que
amamos? ¿Realmente merece toda esa atención e interés? Al fin y al cabo dicen
que lo más importante no es tu pareja sentimental. Ojo, no estoy diciendo que
no sea el amor, pues hay muchos tipos de amor (he ahí los pilares de tu vida,
la mayor parte de ellos es amor, pero de otro tipo).
Y aquí estoy yo, haciendo
esta reflexión por algo. Pues sí, yo he sido de esas a las que le han picado
los pilares poco a poco, a veces se los han adornado, y cuando se los
adornaban… No era capaz de ver los agujeritos que había hecho el martillo. Pero
es lo normal, es obvio que un adorno va a tapar la picadita, pero la picadita
sigue estando. Pero claro, a mí eso se me olvidaba. Se nos olvidaba. Lo peor es
que al final te conviertes en de lo que te alimentas. Y es un círculo vicioso
horrible del que deseas salir pero… no sé si tu orgullo, tu amor, tu amor
propio, o qué coño, no te deja salir. Y así estamos. Mirando fijamente a los
pilares, intentando tapar los agujeros y tirar los adornos a la basura. Porque
se ha pasado la época, ya no es navidad, ya no es San Valentín, ya no es
nuestro aniversario, ya no es tu cumpleaños, ni el mío, ni un día cualquiera
con una cena romántica, ni un día de paseo. Ya no hay adornos que valgan. Ahora
hay que ver los agujeros, sanarlos, y seguir con tu raciocinio hacia delante.
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