miércoles, 20 de junio de 2012

no eras lo que pensaba


Nuestros primeros amores. Esos que nos van a enseñar que es una mierda eso del amor, que no todo está recogido en las preciosas expectativas que tenemos de él.
Por lo general en nuestras primeras relaciones vamos a poner de nuestra parte como nunca, con las ganas de una típica primera vez, con la ilusión y esperanza de la misma, pero con la experiencia de nada. Inexpertos. Y te cagas en todo cuando lo ves todo desde un plano ajeno y elevado, pero este es otro tema.

Cuando tratamos de dar todo lo que tenemos de nosotros a esa persona en cuestión, nos pierden los modales. Siempre. Sea para bien o sea para mal, pero siempre acabamos haciendo algo mal, no terminamos de tener controlada la situación. O ¿acaso no es esa persona quien escapa los límites de nuestro control? Sí, lo es, aunque nos cueste admitirlo.


Muchas de estas veces caemos en el autoengaño de infravalorar todo aquello que ya teníamos de antes, de darle menos atención. Es entonces cuando empiezas a derribar el edificio que eres. Porque cada uno de nosotros somos un edificio, con nuestros pilares. Cada uno tiene los suyos, y también cada uno tiene esa persona que siempre vendrá y te nublará todos los pilares. Hay quien los adorna y les pone espumillones, fotos, y colorines alegres, y hay quien viene y empieza a picarlos con un martillo poco a poco. Y luego están los que hacen las dos cosas, esos son los peores.

Entonces aquí nos tenemos que parar a pensar a qué tipo de persona tenemos a nuestro lado. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar a ser influenciados por esa persona a la que amamos? ¿Realmente merece toda esa atención e interés? Al fin y al cabo dicen que lo más importante no es tu pareja sentimental. Ojo, no estoy diciendo que no sea el amor, pues hay muchos tipos de amor (he ahí los pilares de tu vida, la mayor parte de ellos es amor, pero de otro tipo).

Y aquí estoy yo, haciendo esta reflexión por algo. Pues sí, yo he sido de esas a las que le han picado los pilares poco a poco, a veces se los han adornado, y cuando se los adornaban… No era capaz de ver los agujeritos que había hecho el martillo. Pero es lo normal, es obvio que un adorno va a tapar la picadita, pero la picadita sigue estando. Pero claro, a mí eso se me olvidaba. Se nos olvidaba. Lo peor es que al final te conviertes en de lo que te alimentas. Y es un círculo vicioso horrible del que deseas salir pero… no sé si tu orgullo, tu amor, tu amor propio, o qué coño, no te deja salir. Y así estamos. Mirando fijamente a los pilares, intentando tapar los agujeros y tirar los adornos a la basura. Porque se ha pasado la época, ya no es navidad, ya no es San Valentín, ya no es nuestro aniversario, ya no es tu cumpleaños, ni el mío, ni un día cualquiera con una cena romántica, ni un día de paseo. Ya no hay adornos que valgan. Ahora hay que ver los agujeros, sanarlos, y seguir con tu raciocinio hacia delante.