miércoles, 16 de mayo de 2012

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Es curioso cómo diariamente nos quejamos sobre el estado del mundo, sobre el funcionamiento de éste. Pero ¿no nos encargamos de interiorizar que la perfección no existe y que en la diversidad está el gusto? Lo que yo estaba pensando minutos atrás es que tratamos de elaborar un mundo utópico. A todos nos encantaría que la justicia abarcase todos y cada uno de los rincones de este planeta, que todos los paladares degustaran 5 comidas al día pero... ¿es eso posible realmente? Yo creo que no. Y no es una visión pesimista, simplemente realista.

En la diversidad está el gusto, ¿no? y esto no son cuestiones de gusto pero...¿Acaso alguien piensa que el que un niño se muera de hambre no da juego al panzudo rico? Claro. Y aquí estamos donde siempre, en la punta del iceberg, donde vemos a ese panzudo rico fumándose el mejor puro del mercado y a un niño desnutrido de África, pero es que no puede ser de otra forma. La deriva universal nos ha llevado hasta donde estamos, y si es así, es por algo.

El mundo está mecanizado por una estructura política y económica que la mitad de la población no acepta y que la otra ve totalmente correcta. No nos engañemos, aquí no aspiramos a un mundo justo, donde nadie muera de hambre ni nadie se indigeste por una gran comilona. Donde uno no tenga un chalet y el otro una chabola. Es prácticamente imposible conseguir eso, así que deberíamos de dejar de invertir tanto esfuerzo en una utopía y pensar más en las posibilidades alcanzables, ponernos manos a la obra y adelante.